lunes, 28 de mayo de 2012

Nos espera la vida...

Un blanco descubrimiento

Duerme ahora, hijo mío,
duerme, mi niño, duerme,
que mañana
pondremos soles nuevos al día.
Nos espera la vida.
La vida...
qué palabra,
tan dura a veces;
la vida,
que a veces duele tanto,
que sólo tu risa abierta
—ese canto—
endulza esta agonía amarga
que es vivir.
Duerme ahora, mi niño,
duerme,
porque tú eres la paz,
porque tú eres la paz.
Duerme, gorrión inmóvil,
duerme, ángel mío.

Andrés Aberasturi


Con estas palabras termina Andrés Aberasturi su poema Un blanco deslumbramiento, dedicado a su hijo. Comencé el poema una madrugada fría en la que, de vuelta a casa, pasé como siempre por el cuarto de Cris –mi hijo con parálisis cerebral–, que medio se despertó, me miró, me dedicó una sonrisa un poco de cumplido y se dio la vuelta para seguir durmiendo con sus manos entre la almohada y la mejilla. La escena no era nueva: decenas de veces se había repetido antes y se ha repetido después. Pero aquella noche, ignoro por qué, yo la viví distinta y empecé a escribir en un cuaderno la historia de aquel hijo con el que tantas cosas habíamos aprendido

2 comentarios:

  1. Joer, no hay derecho. Has hecho que me entren ganas de llorar...

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