Cuenta la antigua leyenda japonesa senbazuru que a aquel que haga mil grullas de papel le será concedido un deseo de parte de una grulla.
Sadako Sasaki tenía dos años cuando Estados Unidos lanzó las bombas atómicas sobre Hiroshima y Nagasaki. Nueve años después, Sadako estaba corriendo cuando empezó a sentirse mal y se cayó al suelo. Los médicos le diagnosticaron leucemia a causa de la radiación.
Su mejor amiga, Chizuko Hamamoto, le habló de una antigua tradición japonesa sobre alguien que realizó mil grullas de papel y, gracias a ello, los dioses le concedieron un deseo. Chizuko le regaló su primera grulla, de papel dorado. A partir de ese día, Sadako empezó la titánica tarea, con la esperanza de sanar algún día, cogiendo papel de donde podía, como las cajas de medicamentos. Sin embargo, durante su estancia en el hospital conoció a otros afectados por la guerra nuclear y deseó que su esfuerzo sirviera para alcanzar la paz y que todos pudieran curarse.
Había hecho 644 grullas de papel cuando el avance de la enfermedad le impidió continuar. Sadako Sasaki falleció a los doce años el 25 de octubre de 1955. Sus compañeros de escuela realizaron las que faltaban hasta completar las mil y enterraron a Sadako con ellas.
Tres años después se erigió un monumento en el Parque de la Paz de Hiroshima en honor a todos los niños que murieron a causa de las bombas atómicas. La estatua representa a Sadako sosteniendo una grulla dorada, y hoy en día se siguen depositando grullas de origami a sus pies.
Elsa Bornemann se inspiró en esta historia para escribir su cuento, Mil grullas, incluido en el libro No somos irrompibles (12 cuentos de chicos enamorados). En el relato Toshiro hacía mil grullas para su amiga moribunda Naomi. [...]
Almudena Galán
Éramos muy pequeños cuando nos leyeron el cuento de Elsa Bornemann. Quizá demasiado pequeños para entenderlo. Pero de alguna manera me marcó, jamás pude olvidarlo.
:'(
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