miércoles, 23 de enero de 2013

Nos gustan más sus estornudos que los besos de cualquier otra persona

Siempre me ha fascinado como las personas pueden pasar de amarse locamente a no sentir absolutamente nada. Nada. Es muy doloroso. Cuando presiento que alguien me va a dejar, tiendo a romper la relación antes de tener que pasar por eso. Aquí está, una más, una menos, otra historia de amor desperdiciada. A él lo quería de verdad. Cuando pienso que ha terminado, que nunca volveré a verlo... Bueno, sí, nos encontraremos casualmente y conoceremos al nuevo novio o novia del otro. Nos comportaremos como si nunca hubiéramos estado juntos. Luego, poco a poco, pensaremos cada vez menos en el otro hasta que lo olvidemos completamente. Casi.

Siempre es igual: cortar, deprimirme, beber, tontear, conocer a un tío tras otro y follar para olvidar al verdadero amor de mi vida. Después, al cabo de unos meses de vacío total, volver a buscar el verdadero amor, buscar desesperadamente por todas partes. Y, al cabo de dos años de soledad, conocer un nuevo amor y jurar que será el definitivo hasta que también vuelva a perderlo.

Pero llega un momento en la vida en el que no podemos recuperarnos de otra ruptura. Aunque esa persona nos fastidie el sesenta por ciento del tiempo, no podemos vivir sin ella. Aunque se despierte todos los días estornudándonos en la cara... Bueno, nos gustan más sus estornudos que los besos de cualquier otra persona.

 
2 días en París (2007)

No hay comentarios:

Publicar un comentario