miércoles, 1 de agosto de 2012

El rockero que fue surfista

Son las cinco de la mañana. Estoy cansada, pero no puedo dormir. Enciendo mi iPod y abro la carpeta de temas más escuchados. La mayoría son de un tal Jack Johnson. En cuanto selecciono una al azar, el corazón me da un vuelco. De repente, me estoy meciendo entre el rítmico bamboleo de las olas tumbada en una tabla de surf, mis dedos surcan delicadamente las aguas, el aromático viento de la playa me acaricia el rostro y el sol calienta suavemente mi piel. No estoy soñando, estoy escuchando ‘Breakdown’.

Cuando escuché por primera vez la música de Jack Johnson, años atrás, era una figura de culto esperando a ser descubierta. Ahora sus acordes a ritmo de surf y ukelele resuenan en todo el mundo. Este hawaiano, el menor de tres hermanos locos por las olas, consigue que toques la arena de playa con su música, te hace oler el mar e incluso logra que te sientas, por un fugaz instante, en la cresta de la ola.
Pero no estaba entre los planes de Jack Johnson dedicarse a la música. En su juventud fue uno de los mejores surfistas juveniles del mundo, hasta que su carrera se truncó en 1992, cuando contaba 17 años. Estuvo al borde de la muerte en la playa de Pipeline (Oahu) al ser arrollado por una ola gigante. De recuerdo se llevó ciento cincuenta puntos y un par de dientes nuevos. 

Nunca pudo regresar a la vida del deporte profesional. Pero para Jack el surf es lo verdaderamente importante, incluso más que la música. Es el equilibro y la armonía de su vida. Según sus propias palabras, el surf te hace sentir, por un momento, que no eres humano. Puedes hacer cualquier cosa cuando estás sobre una ola, elevándote sobre el océano. Pero hasta Jack Johnson tiene que salir del agua. Después de perder el sentido de su vida, el artista se recompuso y empuñó una guitarra, encontrando su voz musical inspirándose en grandes artistas como Cat Stevens o Fugazi. Dice el sabio que, si te duele, escribe. Supongo que cada uno escribe lo que nos hace sentir mejor. 
Tras graduarse en la universidad, él y su amigo Emmet Malloy viajaron alrededor del Atlántico, del Pacífico y del Golfo de Bengala, rondando Thicker Than Water, una película sobre el surf, con Johnson como protagonista, a modo de homenaje a las primeras películas del género. En el último momento decidieron añadir las canciones de Jack como banda sonora. Fue tan abrumador el éxito de la música que su primer álbum, Brushfire Fairytales, fue grabado en tan sólo seis días. Unas cien mil copias después se encontró siendo el telonero de Ben Harper.

Criado en la etérea isla hawaiana de Oahu, este surfista es un tipo tranquilo, discreto y tímido. No le gusta sentirse reconocido ni observado y le ha costado superar el miedo escénico. Hasta su ropa está diseñada para pasar desapercibido. Como un buen eremita, era feliz siendo un artista de culto para las minorías. Las camisetas, los pantalones cortos y las sandalias son su uniforme —me pregunto si tendrá algún pantalón que le cubra los tobillos—. Su estilo, entre el rock, la acústica y el folk, es muy particular, prácticamente único.

Jack Johnson es un tipo con encanto, de esos escasísimos artistas que no se han dejado llevar por la fama, que se mantienen firmes y siguen sus propios consejos antes de indicarle a nadie lo que debe o no debe hacer.
Su naturaleza se refleja en su música. Jack siempre entendió que no hace falta gritar para ser escuchado. La simplicidad de sus ritmos, su suavidad, unas letras profundas y originales con las que es fácil identificarse y unas melodías compuestas por unos pocos instrumentos acompañadas de su voz rítmica, una voz que te susurra al oído y te invita a apacar los malos rollos y llevarte flotando a un mar improvisado en el asfalto de la calle.

Tiene un grave problema con los que malgastan comida y fue vegetariano estricto durante mucho tiempo, aunque ahora reconoce que ya no lo es tanto. Un día, cuando era un niño, se le antojó un perrito caliente con patatas fritas. Su padre se lo compró, pero le obligó a comérselo entero y se puso muy enfermo. Eso le enseñó lo mucho que había pedido y se aseguró de no volver a desperdiciar comida. Su dieta vegetariana tuvo un origen parecido. Una vez, estando de gira, se comió unos nachos de pollo que él asegura que eran asquerosos. Poco después veía todo el autobús lleno de pollos decapitados, con alas y patas desparramándose por todos los lados. Sorprendentemente, tras la experiencia decidió no volver a comer carne.

Es un artista comprometido, practica lo que predica. Los vehículos que emplea en sus giras funcionan con biodiesel y dona parte buena parte de sus beneficios a proyectos y causas medioambientales. Sus discos se graban íntegramente con energía solar y se comercializan en materiales reciclables. Tras el tercer disco, fundó la asociación sin ánimo de lucro Johnson Ohana Charitable Foundation para ayudar a los niños hawaianos y promover la cultura y la conciencia medioambiental.
Su inspiración no proviene de grandes temas intelectuales, sino de fuentes son mucho más cercanas: su mujer, sus hijos, la amistad, la política, el materialismo, el amor y la ecología.

‘Losing Keys’, una de sus canciones más políticas. Para escribirla se inspiró en dos pegatinas que vio en un coche. En una se leía: “Apoya a nuestras tropas”. En la otra, “Jesús te ama”. ¿Qué opinaría Jesús si viera semejante estampa? ‘Enemy’ es la historia de cómo un hombre acusó a Jack Johnson de intentar quemar su casa. Dos no se pelean si uno no quiere: “Sólo porque pienses que soy tu enemigo, eso no me convierte en el tuyo”, se defiende él.

In Between Dreams, su tercer álbum, surgió de la decepción que sintió en 2004 cuando George W. Bush fue reelegido como presidente. ‘Better Together’ y ‘Angel’ son evidentes declaraciones de amor hacia su mujer y sus hijos, y la optimista ‘Staple It Together’ nos anima a seguir adelante cuando la vida nos da palos. ‘If I Could’ es su particular despedida a un amigo que perdió. En la maravillosa ‘Flake’ nos habla del desencuentro amoroso y del dolor de intentar algo una y otra vez sin resultado. ‘Banana Pancakes’ te sumerge en la maravilla de hundirte entre las mantas un día de lluvia cualquiera. ‘Good People’ es una dura crítica social, mientras que la hipnotizadora ‘Country Road’ hace lo propio con el cambio climático.
‘Breakdown’, uno de sus mejores trabajos y su mejor videoclip, trata sobre la velocidad que lleva el tren de vida de la sociedad actual y la necesidad de ponerle un freno. ‘Upside Down’, una canción sobre la aventura de aprender, es el tema principal de la primera película de Jorge el Curioso, es uno de los más adorables y enternecedores videoclips de los últimos tiempos. Incluso llegó a rodar uno con Ben Stiller, ‘Taylor’. Dicen las malas lenguas que la cantante de country Taylor Swift reveló que este tema era su tono de móvil, pero que ignoraba el hecho de que la canción trata, probablemente, sobre una prostituta o una stripper. 

Tengo una enfermedad. No puedo dejar de hacer proselitismo de las cosas que más me apasionan. Jack Johnson me enseñó en ver las cosas a través de otro prisma, el de las olas y, sé muy bien por qué, me empeño en que todo el mundo le conozca. Jamás podré olvidar el día que abandonaba aquella playa al atardecer. En cuanto arranqué el coche empezó a sonar ‘Constellations’ con el sonido de las olas de fondo, enmarcado por un cielo radiante y hermoso que languidecía. Fue uno de los momentos más mágicos que recuerdo. Si con Jack Johnson la vida es un poquito mejor, ¿por qué no compartir con los demás algo tan especial?

Mahalo nui loa, Jack.



Almudena Galán
Publicado originalmente en FanzineRadar.es.

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